La migración, una problemática social

El término éxodo venezolano se ha vuelto muy popular desde hace unos años ya que diariamente lo escuchamos en televisión, radio, prensa e incluso en las mismas redes sociales. Tal como en la Biblia el pueblo elegido huyó de la opresión del faraón, desde hace años el pueblo venezolano ha estado migrando en grandes cantidades, huyendo de la situación actual de su país esta vez no causada por un faraón si no por Nicolás Maduro, un líder cuyo culto de personalidad y yugo sobre su gente gracias a sus fuerzas armadas es tal que es fácil imaginárselo momificado en una pirámide de ladrillo justo en la mitad de Caracas.  Esperando en Colombia encontrar su propio maná, el cual es mejores condiciones de vida. Pero este no caerá del cielo, y ellos bien lo saben.

​

Desde Argentina hasta España, de Perú a los Estados Unidos, los venezolanos que buscan una nueva vida tras haber vivido la crisis que se sigue desarrollando en el suelo bolivariano siguen creciendo en número, superando los dos millones en la primera mitad del 2018. Claro esta que el principal destino para estos migrantes continúa siendo por un amplio margen su país vecino, Colombia. Con más de 600.000 de ellos residiendo en el país de manera irregular. Probablemente los ha visto, en las calles, en mercados, y en escuelas. Ha llegado al punto de que los refugiados del país vecino se han vuelto una parte de nuestra vida en la nación igual que las arepas de a mil o el tinto matutino.

​

Lo cual, como consecuencia, ha hecho que nuevamente nos viéramos concentrados en números en lugar de costos sociales. Con urgencia van y vienen conteos y censos, cálculos y estimaciones del número de refugiados, del número de puestos escolares, índices de criminalidad en municipios aislados, Les quitamos la cara esperando así poder lidiar con la problemática de una manera mas abstracta, En vano tratando de ocultar el hecho de que tratamos con personas de carne y hueso, y no solo ese hecho, de que no se trata de un ejercito o fuerzas organizadas, sino meramente gente en apuros, tratando de traer pan a la mesa y crear su propio camino para tener dignidades que deberían ser consideradas como básicas. Nada diferentes que nosotros.

Nos encontramos en una posición en la cual no nos hemos encontrado por más de cincuenta años.

Experimentando en primera mano como es el estar de un lado de una crisis migratoria, tal como las que hace unos años parecían tan distantes en Europa y el Medio Oriente. Vemos con asientos de primera la retorica que siempre se forma en estas situaciones siendo construida bajo nuestras mismas narices, noticias que pueden parecer espeluznantes y formando grupos de “ellos” y “nosotros”. Con el pasar de los años, y con el hecho de que este éxodo parece no terminar en un futuro cercano, si no al contrario, crecer en volumen. Es el turno de Colombia de escoger en qué posición estará cuando los anales de la historia vean de vuelta a estos momentos. ¿Hemos de ser Moisés o un nuevo faraón con diferentes ropas?