¿Qué es la xenofobia?

La mentalidad de “ellos” y “nosotros” es un fenómeno de la psicología humana que es natural de nuestro cerebro, milenios atrás nos dio una ventaja evolutiva sin la cual la humanidad que conocemos hoy en día no existiría. El fenómeno consiste en la formación en la mente de dos grupos, uno en el cual el individuo se identifica psicológicamente (“Nosotros”) y uno en el que no, el cual es ajeno, extraño y apático (“Ellos”). Las más comunes categorías en las que se puede observar este fenómeno son características evidentes físicamente (Como lo es etnia o genero) o en ideales básicos los cuales informan el resto de la psicología del individuo (Como lo es la religión o el grupo político) Es un fenómeno el cual si bien entendible, tenemos que luchar para romper. Pero aún así todos los ejemplos se tratan de diferencias notorias. ¿Qué ocurre con la formación de “ellos” y “nosotros” en grupos cuyas demografías e ideales son similares, si no es que homogéneos? Esto es lo que ocurre muchas veces con la xenofobia.
En estos momentos en nuestras ciudades, e incluso en las mismas fronteras nos encontramos con este fenómeno ocurriendo con nuestros vecinos. Venezuela y Colombia están atadas cultural, demográfica, e históricamente como pocas otras naciones en el mundo. Históricamente fuimos un mismo país, hemos sido aliados desde entonces, y culturalmente hablando una persona de Bogotá puede tener más en común con una persona de Caracas que con alguien de su mismo país. Nuestro ambiente y maquillaje étnico es casi igual. Pero aun así vemos desconfianza, desdén, e incluso malicia y violencia física cuando nos encontramos con ellos, cuando es nuestro turno de dar una mano amiga a personas afectadas por eventos ligas encima de su control. Acusaciones de “inmigrantes robándose oportunidades de trabajo de los ciudadanos” o de repentinos incrementos en índices de crimen, y demonización de grupos enteros como perezosos, ignorantes o incluso criminales violentos empiezan a aparecer en los labios del rumoreo de los colombianos.
Claro está que esto debería resultar familiar para cualquiera familiarizado con migraciones, ocurre en todo el mundo. Pero puede que el lugar más conocido, y el cual se compara de mejor manera a Colombia, es los Estados Unidos y su relación con inmigrantes mexicanos. A frontera sureña de los Estados Unidos es infame frente a inmigración, y solo se volvió más aún bajo la administración de Donald Trump, y puso los estereotipos que crearían el libreto frente a inmigraciones en la cultura popular del mundo occidental. Pero, a decir verdad, una persona viviendo en Arizona es culturalmente más cercana a los ciudadanos de Tijuana que a la mayoría de las personas en Nueva York, o Minnesota.  Comen los mismos platos, comparten la misma historia, e incluso se ven iguales. Pero aún así, es más común encontrar sureños americanos siendo xenófobos frente a inmigrantes mexicanos que personas en estados norteños, los cuales llegan a ser bastamente diferentes.
Pero para un ejemplo que ilustre de mejor manera la absurda calificación de personas en grupo que causa la alienación que vemos hoy en día en Colombia no hace falta más que verlos mismos Estados Unidos a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Inmigrantes europeos llegaban al puerto de Nueva York, familias enteras de irlandeses, judíos e italianos llegaban al país donde el pavimento estaba cubierto de oro. Claro que es conocida en esta época la considerablemente peor segregación basada en etnia que ocurría en Norteamérica. Pero algo menos conocido era el trato a estos inmigrantes, que por todo propósito eran igual de caucásicos como los anglosajones que fundaron aquella nación. Sin nada distinguiéndolos en el exterior la mente colectiva de la época aún así formo grupos de ellos y nosotros. Especialmente mientras la inestabilidad económica que azotaba el país se volvía más y más una realidad.
Si bien todo tipo de discriminación es aberrante, la xenofobia es especialmente siniestra, toma nuestro innato temor a lo que es diferente y trazas arbitrarias líneas para formar grupos aún más arbitrarios que los que la sociedad traza por ella misma, estas clasificaciones son entonces “justificadas” con razones una y otra vez recicladas, tratando de sembrar miedo entre hermanos y vecinos, usualmente siendo usados como escapatorias cuando otros problemas sacuden la nación. Es nuestro deber combatirla, tal como damos nuestro mayor esfuerzo para combatir otros sistemas como el machismo y el racismo. El pasado y el presente nos muestra historias de personas simplemente buscando una mejor vida siendo ridiculizadas y demonizadas, vecinos traicionando vecinos y amigos insultando a amigos. Es nuestro deber aprender y ser mejores que todos ellos.